Tras Nochando

Sentimos la ausencia de novedades en nuestro cyber-salón (enlightment salon y no englishman salmon). Los últimos anocheceres, en los que la luna solía salir a darme oportunidad de demostrar mis virtudes viriles, esos últimos anocheceres, sin mi Micaela, musa de manzana, manzana de musa, su masa hecha una misa de miseria en mi solitaria habitación sin satisfacción, no han dado lugar para el logos, dejando solo una cama tiznada de pathos. Tal era mi humor que al recibir el viernes a las tres de la madrugada una llamada de mi (racialmente ambiguo) terapeuta, el Dr. Schickloss, invitándome a participar en una transacción nocturna que constaba de dinero, croissants y cervezas (y, según él, mandujacorras [sic]), cedí.

De esa noche solo quiero revelar dos datos:

1. Cruzar la calle Montera de Madrid de noche es una mezcla entre Frogger y GTA Vice City. Cómo llegué a esta conclusión, sin haber tocado nunca un videojuego en el corto y apuesto trayecto de mi vida, me tiene aterrorizado. La cultura nos puede.

2. La palabra en polaco para denominar al hombre que protege a la prostituta a cambio de una comisión-por-coito acordada entre ambos es alfons, igual que mi padre, Alfonso Crátulo.

Finalmente, Ondiervo, ahora te hablo. Ahora entiendo que las personas son personas todas, que el corazón emite señales en varios idiomas pero el sufrimiento es como el euro, en tanto que moneda aceptada en diversas naciones, y que todos llevamos unas monedillas en algún bolsillo de alguna chaqueta, y que el trabajo de los demás, por muy pésimo y repelente, por mucho que incite uno a calcinarse los párpados y cercenarse el miembro en tanto que acto anti-reproductivo de la incompetencia humana, por mucho que esa obra parezca 200 veces inferior culturalmente a Jersey Shore, por mucho que quieras lanzar tu calderilla desde el Pirulí con la esperanza de cambiar la vida de alguien, a la gente hay que tratarla con respeto y soslayar el sufrimiento.

Sinceramente siento ser Álvaro Crátulo.